El Alemán Federico G. Honigmann y el monte Turcia… tal vez recordase los nidos de águila de su país.
Aquí está la casa, en el más hermoso de los Miradores bercianos. Sobre el lago de Bárcena.
Enfrentada a los montes Aquilianos y su tradición de eremitas en el Valle del Silencio y de poder eclesiástico en Peñalba y San Pedro de Montes.
Dorada al atardecer por el oro y la arcilla roja de las Médulas romanas. El brillo del imperio y el mineral. Bajo la paz nocturna de estrellas nítidas y limpias en el solsticio de verano.
Escondida en las nieblas maternales del otoño dorado del Bierzo.
Acostada en las nieves y perfumada por el tambor de castañas sobre las ascuas de roble encendido en el invierno.
Sobre el valle de la Mencía sutil. Del Godello de manzanilla y durazno, de las carnes poderosas de todas las cazas y las verduras de las huertas más domésticas.
La casa era un abanico orientado a todos los puntos cardinales, estancias generosas y jardines aterrazados para los frutales, los madroños los tejos y las encinas. El lugar adecuado para localizar las vetas del mineral de Magnetita, del duro Wolframio, de la Antracita berciana y de la pizarra que cubre las iglesias y palacios de media Europa. Era la mejor panorámica del Bierzo mineral.
Fue fácil reconvertirla a casa de viajeros, buscadores de experiencias diferentes.
Fue fácil pensar en viajeros como tú.